martes, marzo 23, 2010

Manifiestos para la innovación educativa

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Así se titula el libro que mi admirado colega el Dr. Roberto Carballo ha escrito con su experiencia del curso 2007-08 en su asignatura "Sistema Económico Mundial" (Editorial Díaz de Santos, 2009).

Es un gran trabajo que reune aportaciones de numerosos alumnos, agradablemente sorprendidos del resultado: ¿cómo es que una asignatura que les ha dado más trabajo y ocupado más tiempo de lo normal, les ha dado más satisfacciones? Parece que lo más fácil sería más satisfactorio y el "método Carballo" no es fácil: tienen que organizarse para trabajar en grupos, estar pendientes del trabajo de los demás compañeros, leer mucho, realizar presentaciones orales, mantener un blog... Un esfuerzo constante a lo largo de todo el curso.

Justamente, la constancia en el trabajo es una de las claves del buen resultado. Resulta beneficioso el mantener un ritmo sostenido de actividad, de reuniones, de reflexión y de producción de textos, que Roberto contrapone al habitual modo arrítmico de vida estudiantil, muy libre durante mucho tiempo y con un atracón de trabajo en época de exámenes (en sus propias palabras: utilizar tu tiempo en "vaciedades" que no conducen a nada, sólo a más "vaciedades"). El esfuerzo continuado es tan valorado por los filósofos clásicos como por el profesor Carballo y sus alumnos, aunque lamentablemente resulta ser un valor a contracorriente en la actualidad. Nos hemos vuelto arrítmicos y perezosos por vivir en un "estado de bienestar" que nos reduce muchos esfuerzos, y en contrapartida se nos van perdiendo las fuerzas de voluntad y de motivación. La motivación se autoalimenta con la actividad que produzca pequeños logros, un 20% de nuestros deseos según dice Roberto citando a su maestro Hertzberg.

Entre los muchos textos de alumnos encantados con la organización peculiar e innovadora de la enseñanza de Roberto, hay uno sólo que muestra un deseo insatisfecho de haber recibido más conocimientos estructurados, más contenidos formalmente organizados en forma de datos, modelos y conclusiones.

Yo recuerdo mis primeros cursos de estudiante universitaria llenos de deseos de aprender y de interés por la cantidad de información que mis profesores me ponían al alcance, y que ahora Internet ha hecho más accesible para todos. El profesor era un guía indispensable para poder avanzar en esa jungla de datos e ideas y conseguir organizar un sistema de conocimiento. Pero en pocos años, mi convencimiento de que en la Ciencia iba a encontrar la verdad se esfumó. Me llevé una terrible decepción al darme cuenta de que lo que yo buscaba como "la verdad" estaba fuera del alcance del intelecto. Podemos llamar "verdadero" a lo que consideramos hechos y datos de observación (la muy valorada "realidad" a la que Roberto invoca a menudo), pero la forma en que los relacionamos, los indispensables sistemas de conocimiento estructurado, son sólo teorías, conjeturas, escuelas de pensamiento destinadas a transformarse en ideologías, más o menos efímeras que atraen a más o menos personas y que no contienen verdades absolutas como yo buscaba. Roberto no transmite a sus alumnos conocimientos estructurados, sino un método y una práctica que les permite buscar, ordenar y estructurar sus propios conocimientos, pensar por sí mismos, expresarse y sentirse co-descubridores de ese trocito de realidad que constituye cada visión individual del mundo.

Enhorabuena.
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jueves, febrero 25, 2010

Creatividad y educación


Cualquier profesor universitario se encuentra con alumnos adultos que han dejado atrás muchos años de enseñanza primaria y secundaria y que llevan encima muchas "horas de asiento" en las aulas, en las bibliotecas y en sus lugares de estudio. Sin duda ellos (como nosotros, sus profesores) han pasado muchas horas en esa actividad intelectual, sentados y usando la cabeza, más que en actividades físicas (manuales o corporales en general), como tocar instrumentos musicales, bailar o hacer deporte.

Eso es así porque la Universidad es una institución enormemente sesgada hacia el trabajo intelectual, que sólo desarrolla actividades artísticas y deportivas de forma marginal o secundaria. Cuando el estudiante se convierte en profesor se va a ver si cabe cada vez más obligado a pasar horas y horas leyendo y escribiendo artículos, informes y trámites burocráticos que le llevarán a reducir sus horas de ejercicio físico y artístico y le irán convirtiendo en un candidato a las enfermedades cardiovasculares.

Creo que la necesidad de compensar ese exceso se tiene que ir viendo a todos los niveles, individuales y colectivos. Mis alumnos de este año se han dirigido muy mayoritariamente a realizar trabajos prácticos manuales, que no sólo les permiten aprender anatomía y tafonomía de fósiles de vertebrados, sino que les permiten también descansar el fatigado intelecto y dejar por un rato "la mente en blanco", al igual que lo permiten las actividades artísticas y deportivas. De vez en cuando, la necesidad que tiene un estudioso de dejar de pensar, de ensimismarse y de concentrarse en un trabajo manual o en un deporte la nota cualquier observador atento. Yo he agradecido siempre el trabajo de campo en Geología por esa maravillosa combinación de ejercicio y de contemplación que conlleva la recogida de datos y muestras geológicas.

Lo que no tenía yo tan claro, y que me ha quedado muy evidente en esta conferencia de Ken Robinson, es que este exceso de intelecto en nuestro sistema educativo pueda ir en contra del desarrollo y expresión de la creatividad innata.



Resulta cada vez más evidente que hemos de aprender continuamente de los errores, nuestra gran fuente de enseñanza, y valorarlos mucho como jalones del camino. Tiene razón Ken Robinson cuando dice que la creatividad se muestra en quienes, como los niños, no temen a las equivocaciones.
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